Carnavales
Historia facilitada por Miguel Gómez González.
De los carnavales castillejeros, podemos hacer historia desde antes de los tiempos del Directorio Militar del General don Miguel Primo de Rivera, tiempos aquellos en que la fiesta del carnaval era una de las principales manifestaciones populares, marcada, sobre todo, con un claro matiz político y de crítica social. En aquella ya lejana década de los años veinte, fueron varias las agrupaciones (comparsas y murgas) que recorrieron las calles, llevando de casa en casa ¡tan sólo no se cantaba en aquellas que estaban de luto), de tasca en tasca, “entre copillas de aguardiente y de vino peleón”, recogiendo las perrillas que les daban los oyentes, sus letrillas con temas, generalmente referidos a Castillejos, “a quien echaban sus mejores requiebros”, a la política, al paro, a las luchas en África... y por las que hoy en día podemos conocer una gran cantidad de la historia de nuestro pueblo, de nuestra provincia y hasta de nuestra nación.
Como ejemplo, podemos citar a la comparsa que llevaba por título “La Zaragozana”, que recorrería las calles en el carnaval del 1924, y que, bajo el disfraz de baturro aragonés, se presentaba ante sus vecinos.
Ya en los años treinta, rigiendo la Segunda República los destinos de nuestro país, nos encontramos, entre otras muchas, a otra comparsa, que habría de llenar al pueblo con el son de sus alegres tanguillos: era la agrupación que llevaba por nombre el de “Comparsa toreros”, que lucieron sus trajes de luces en el carnaval de 1933.
En todas las épocas, el Carnaval ha sido ocasión de críticas políticas al gobierno...”al que normalmente iban dirigidas las flechas de la ironía popular”.
Otras agrupaciones fueron aquellas de “Los Murguistas Cocineros”, “Los Generales Prusianos”, “Los del Flyc”, “Los Pintores”, “Los Nevados”, “Los Frijoles de Carilla”, ”Las Moritas”... que entre los años veinte y treinta llenaron de color las calles de nuestro pueblo.
Pero llegó, años después, el lapsus de nuestra fratricida guerra civil, y tras ella, la prohibición de las manifestaciones carnavaleras, por lo que durante casi una cincuentena de años estas celebraciones desaparecieron del calendario festivo, aunque, a decir verdad, jamás desaparecieron del todo, ya que desde San Sebastián, hasta la Cuaresma, las divertidas y a veces “atrevidas” mascarillas hacían cada año, con algo de temor por las posibles multas, sufriendo las persecuciones de los encargados del orden público (que tampoco ponían demasiado celo en su misión de amonestar y apresar), su presencia en las calles.
Una ropa vieja, el hombre de mujer, la mujer de hombre... casi furtivamente, paseaban su palmito carnavalesco por Castillejos, aunque de una forma anacrónica y desorganizada.
Se siguieron rompiendo “las piñatas”, llegándose hasta colocarse siete piñatas algunos años, derrochándose por doquier gran cantidad de cántaros, purrones y otras diversas vasijas de barro, que corrían de una mano a otra hasta que, en un error “involuntario” o premeditado, caían al suelo donde se hacían añicos ante el desenfado y el jolgorio general.
Y llegamos al año 1985. Podemos considerarlo como un año de partida a una meta anhelada y tantos años esperada: recobrar para el pueblo las fiestas del carnaval.
Algunos grupos empiezan a salir, abanderados por los niños del colegio San Matías, que realizan, después de tanto tiempo, su primera fiesta de carnaval. Por la noche, casi sin darse cuenta y a pesar del frío, empiezan a salir a la calle mascarillas y más mascarillas; los locales de baile organizan sus primeros concursos de disfraces... es el pistoletazo de partida.
Y así, con esta casi imperceptible base, en el siguiente año el Ayuntamiento acuerda crear la “Comisión pro Carnaval”, integrada por el propio Ayuntamiento, la “Peña Flamenca Artillerito”, representantes de las dos agrupaciones que habían de participar en aquel año, “Los Proletarios” y “Los Cazadores Furtivos”, y diversos jóvenes de la localidad.
La respuesta del pueblo en aquella ocasión, si no unánime, sí que lo fue importante, y podemos afirmar, que decisiva, ya que sirvió como arranque para futuras organizaciones.
Hubo desfile infantil y las dos agrupaciones, pioneras en participar activamente y cara al público, interpretaron sus cancioncillas en la Pista Azul.
Desde entonces el carnaval castillejero ha ido evolucionando, perfeccionándose, unas veces con más éxito, otras con menor esplendor.
Esperemos que la labor sea continuada, y si es posible mejorada, por las generaciones venideras.